miércoles, 2 de abril de 2014

¿Cuántas pastillas para dormir hacen falta para suicidarse?

Hace unos días encontré un artículo en el que unos iluminados debatían sobre este tema, lo cual no pudo escapar a mi asombro. Tanto que llevo noches dándole vueltas, no con el fin de proceder (lo siento si alguien se ha entusiasmado con la idea), sino más bien me pregunto, automáticamente de forma curiosa (por qué negarlo) cuáles son los desencadenantes particulares y, ya en un plano más científico: qué mecanismos psicológicos intervienen o de qué forma procesamos la información para generar pensamientos y actos tan poco adaptativos.
Es cierto que, aunque lo más común es tachar como mínimo de neurótico a alguien que piense en el suicidio, no alardeemos todos de sensatez y nos creamos máximos exponentes en ejemplos de cordura. Con ánimo de darle un toque de humor al asunto, me pregunto: ¿cuántos de nosotros, siendo pequeños, hemos contenido por el tiempo máximo posible la respiración con el fin de experimentar un estado próximo a la muerte o de desvanecimiento? Más conocido por el 'juego de la asfixia'.
Bromas aparte. Y las justas.
Como debutante en esta ciencia (o 'pseudo' ciencia para otros), supongo que me quedan muchas, muchísimas preguntas por hacerme. Y no sé si es habitual este tipo de planteamientos al inicio, pero lo cierto es que, efectivamente, es innegable que siento especial inclinación por el campo de la psicología clínica, en base a las psicopatologías.
Es probable que, mientras mis conocimientos científicos sobre las emociones y la psicología en general no sean lo suficientemente profundos como para resolver ciertas cuestiones, aborde algunos temas desde una perspectiva más metafísica. Quedan avisados, por si el tufo a filosofía os produce urticaria y queréis salir corriendo.
Por último, decir que, realmente, el propósito de este sitio no tiene más fin que el de un cuaderno de bitácora que refleje esta nueva andadura, resaltando los conceptos, experimentos, curiosidades, teorías y conocimientos en general que creo que más ayuda pueden proporcionar en el sentido de su aplicación práctica, dándonos cuenta de las emociones y mecanismos (conscientes o no) que subyacen en nuestra conducta y que puedan contribuir al manejo y mejora de las situaciones que nos acontecen, nuestras relaciones, nuestro autoconcepto y, por ende, la autoestima.

'Le bonheur de vivre', de Matisse
1905